lunes, 18 de octubre de 2010

Metodologías de enseñanza para la era de Internet

Una de las enseñanzas más valiosas que me llevé de mi colegio fue el aprender a moderar grupos de trabajo y por ende mesas redondas. El profesor que nos impartió Filosofía en 3º BUP mantenía unas dinámicas realmente interesantes que mantenían la tensión formativa, a la par que te aportaban otras enseñanzas vitales.

La clase estaba divida en grupos con 7-8 personas por grupo. Cada día había que preparar varios puntos del libro que un grupo, elegido al azar al principio de la clase, tendría que exponer y explicar al resto. Las mesas eran movidas creando dos círculos concéntricos, uno para el equipo que expondría los temas del día y otro para el resto. Uno de los miembros del grupo, elegido por consenso entre el equipo, hacía las veces de moderador. En el exterior, dos observadores elegidos por el profesor explicarán al final de la clase tanto las dinámicas de trabajo del equipo como su opinión sobre la calidad de lo expuesto. Solíamos decir que el moderador era o el que mejor se había preparado los temas del día, porque podría llevar mejor las dinámicas del equipo o el que peor, porque el moderador no hacía exposición de ningún tema.

Sin duda, el que el profesor fuera el autor del libro de texto, ayudaba a que el contenido estuviera claramente marcado, fijando así una de las variables que un profesor debe controlar en el aula y proporcionando un grado adicional de libertad para aportar valor añadido.

Me acordado de todo lo que me aportaron estas clases al leer la entrada de Enrique Dans sobre Marc Prensky. Enrique destaca la labor más que emergente, imprescindible ya, para un profesor que enseña a los nativos digitales: plantear problemas, plantear preguntas, marcar objetivos y encuadrar los contenidos con rigor en su contexto adecuado. El profesor crea un marco de trabajo y los alumnos se mueven con iniciativa dentro de él, manteniendo conversaciones digitales con sus compañeros. La creatividad que era virtud hace 25 años es hoy necesidad.

Rebuscando en internet, leo con tristeza en la página 9 del boletín de antiguos alumnos que ya no podré agradecer a José Manuel López Álvaro todo lo que me aportó. Dejo escrito mi homenaje a su talento y a su humanidad, que tanto marcaron mi estilo de vida.

domingo, 17 de octubre de 2010

La agricultura, las tiendas online y las barreras para la distribución al cliente final

Una de las ideas de negocio que más simpatía me despiertan es la del agricultor que consigue llegar directamente al consumidor, sin intermediarios ni centros comerciales de por medio. Por eso no he podido menos que sonreír cuando vi ayer en Menéame la noticia de que agricultores canarios se han organizado para montar su propia distribución de productos directamente al consumidor.

Lo que en un entorno de empresas medianas podría parecer una compleja integración de sistemas de información y logística se resuelve mediante sencillos correos electrónicos y días fijos de suministro a almacén central y entrega a cliente final. Esto estaría más bien en línea con el MVP, Mínimun Viable Product, o sea un desarrollo de producto (en este caso Servicio) con las mínimas características de productos y los mínimos procesos en la cadena de valor para poder llegar al mercado.

Me pregunto, si yo fuera un intermediario o un gran distribuidor cómo podría oponerme, competir o incluso boicotear este tipo de iniciativas que pueden incluso llegar a anular mi valor añadido. Una de ellas es integrarme, comprar grandes extensiones de cultivo para ser yo el que lleve mis productos al consumidor final. Otra vía, menos amable es usar el boicot mediante acciones legales que eternicen procesos o incluso pervirtiendo gobiernos. Este tipo de estratagemas las usan por ejemplo mucho las empresas de software en EEUU, patentando todo tipo de pequeños diseños y procesos informáticos para a continuación meterse en un interminable ristra de juicios. Lo comenta por ejemplo Sergio Montoro en La Pastilla Roja recientemente aquí y aquí.

Otra vía, con la que nos podemos encontrar en cualquier momento, es con una subida de los costes de distribución. Dos se me ocurre que pueden ser las maneras: subir el coste del combustible y incrementar el número y aumentar el coste de los peajes en las autopistas y autovías hasta el punto en el que el inferior coste de distribución mediante trenes o grandes camiones sea suficiente para anular o reducir al máximo la ventaja competitiva de la tienda online de un agricultor o una cooperativa. Más allá de la barbaridad que han montado, la última iniciativa del gobierno portugués podría producir este efecto.

No creo que la idea y otra estén ligadas, obviamente, pero pensar mal, más allá de acertar o llegar a un disparate, es un interesante ejercicio de exploración de posibilidades y relaciones, siempre y cuando tus pensamientos no se conviertan en paranoias o magufos. De todos modos creo que es sano no caer en las orgullosas miopías que no nos dejan explorar la realidad y hacernos conscientes de lo poco que sabemos realmente, como explica Kike Vázquez en Cotizalia, sobre las corporaciones y poderes que gobiernan discretamente el mundo.